La llave de España. Una "experta" uruguaya revela a LA REPUBLICA cómo entrar y salir por Barajas y sortear los controles

Consejos infalibles para "violar" el cinturón de castidad español

Natalia ha entrado tres veces a España en épocas recientes, todas con procedimientos tan truchos como impecables por su eficacia. Tiene 35 años y su pasaporte uruguayo dice Profesión: diseñadora. Así tuvo la habilidad de poner cuando lo sacó ¿Diseñadora de qué?. No importa, puede ser de moda, de revistas, de interiores. Esa variedad le permite armar diferentes «versos» según la ocasión.

 

La Carta de Invitación

«Lo más importante es la Carta de Invitación», subraya Natalia, «llevar contigo una carta bien hecha, que se la pueda tragar «el gaita» de turno en el aeropuerto».

«La carta la inventás, por ejemplo de un instituto en Valencia, buscás uno en Google que coincida con la profesión escrita en tu pasaporte. O lo inventás al Instituto, no importa. O un Congreso, por ejemplo: «Congreso de Artistas Iberoamericanos 2008″. Te mandás un mail del supuesto congreso a vos mismo y armás una carta física, una hoja, con un logo que bajás de Internet o lo hacés en el Photoshop. Y ahí ponés que te invitan a participar, en tal fecha, para exponer en el congreso tal sobre tal o cual cosa». Una carta bien prolija, enfatiza Natalia, firmada, con una dirección cualquiera, real, de esa ciudad. «Podés poner que el alojamiento será en tal hotel o en las instalaciones del Instituto», agrega. «Ya con eso tenés más de medio cuerpo adentro». Después que salís del aeropuerto, ya no importa lo que hagas ni adónde vayas, dice, no te pueden controlar.

Otra vez Natalia entró a España, hace muy poco, para asistir un Taller Tecnológico de Escenografía. Un invento total de ella. El aduanero se tragó la Carta de Invitación sin chistar, sólo le pidió el otro «papel» imprescindible: el Seguro Médico.´

 

El Seguro Médico

«Sin el Seguro Médico no entrás», asegura, «se han puesto exigentes en eso», aunque más adelante lo relativizará: también ha saltado la valla sin el susodicho seguro, pero no aconseja arriesgarse. El seguro médico para 15 días en Assist Card cuesta en torno a 185 euros. Vale la pena el gasto, según ella. Al «botón de migraciones» lo han persuadido de no dejar pasar a «sudacas» enfermizos que serían atendidos a costillas del presupuesto español. En Ezeiza, si el vuelo parte de allí, pululan día y noche las promotoras de Assist Card voceando «Tengo seguros médicos, vendo seguros» entre las filas de pasajeros. «No lo duden, cómprense uno», recalca.

 

La pinta NO es lo de menos

«Nada de mochilas colgando del hombro, ni look cantopopu», advierte Natalia. La combinación ideal: buena ropa y discreta, que, en el caso de ella, relaciona con el color negro. Viste de negro. «Ropa muy GAP o Zara», dice, como forma de ejemplificar «la onda». Y unos buenos championes. Nada de termo y mate, nada de vaquero gastado. «Los ecuatorianos son de terror», dice, en alusión a la ropa artesanal que los distingue a media cuadra. Natalia se presenta ante el «seguroso» de Barajas bien aliñada, arregladita, «onda mina a la moda, elegante, sobria, sin nada que llame la atención».

 

La mujer invisible

Pasar desapercibido es otra de las claves del éxito, al momento de horadar el muro migratorio europeo. Eso pasa por el aspecto, pero también por la actitud. «Nada de ponerse nervioso», remarca Natalia, que recomienda «aparentar la mayor tranquilidad; ellos perciben enseguida tu estado nervioso» : es una de las señales «cantadas» que tienen los agentes migratorios para detectar «indeseables». A ellos los revisarán más exhaustivamente, los apartan de la fila, tratados como sospechosos. Lo mismo a los que titubeen cuando les hacen una pregunta cualquiera.

 

Un verso coherente

«Te pueden preguntar cualquier cosa», ilustra Natalia, preguntas como al pasar pero que sin embargo forman parte de la evaluación ante la ventanilla de acceso a la Tierra Prometida. «¿Diseñadora, de qué?», le pueden preguntar. «De escenografía», responderá inmediatamente Natalia, si la carta de invitación es a un Encuentro de Teatro Experimental. «Todo tiene que coincidir», subraya Natalia, el pasaporte, con la invitación, con lo que se dice. Sólo eso: coherencia básica, no contradecirse.

Con una carta trucha, de un simposio trucho, ropa negra, un seguro médico y actitud serena, Natalia pasa la «Puerta de Alcalá» en cinco minutos, y a otra cosa. Ya del otro lado, hace la suya, como quiera dondequiera, por el tiempo que… el tiempo, depende.

 

Pasarse del tiempo

Normalmente te autorizan por 6 meses, si vas a un curso, por ejemplo, dice Natalia, que durante esos seis meses puede juntar un toco de euros trabajando de moza en Ibiza. ¿Y si se pasa del plazo?. «Es un problema», reconoce, «pero tampoco insuperable», comenta. Una vez le pasó. El «migratorio» de salida en Barajas no dejó pasar el «detalle». «¿Por qué violó el tiempo permitido», la interrogó. «¿La verdad? ­le respondió Natalia­, me tentaba quedarme y estuve buscando trabajo. Como no conseguí, me vuelvo a Uruguay». La «sinceridad», bien actuada, funciona. El agente le recordó que esa violación le impedía entrar nunca más a España y le estampó un par de sellos rojos en el pasaporte para constancia. Un mes después en Montevideo, denuncia policial mediante por extravío, sacó otro pasaporte limpito, apto para volver a las andadas.

La nueva ley europea que agudiza los controles migratorios, ya en vigencia, no parece preocuparle a Natalia. Cree que los españoles no aplicarán sus extremos más cortantes. «Ellos nos necesitan, y necesitan cierta cordialidad hispanoamericana para seguir haciendo buenos negocios, para ellos, en nuestras tierras. Tienen fuertes inversiones acá y cada vez más», opina. «El espíritu colonial sigue vivo, lo que no quieren es que se les llenen las calles de negros africanos retintos que ni se les entiende una palabra, vendiendo cedés truchos en la entrada del metro. Y de ecuatorianos, demasiados», agrega.

Natalia viaja a España de nuevo dentro de dos semanas. Dirá que para asistir a un evento en Zaragoza. Hasta carta de recomendación del Ayuntamiento tiene, con firma y «logo» oficial, que compuso una amiga suya, perita en ilustración gráfica. A las 4 de la mañana, el oficial del aeropuerto de Madrid que la inspeccione, ni se le pasará por la cabeza llamar por teléfono a Zaragoza para chequear el verso. Le dirá simplemente «Adelante Natalia» y convocará a pasar al siguiente pasajero. Un uruguayo, «escritor» él, que asistirá a la presentación de un libro «invitado por una editorial de Barcelona». Es el novio de Natalia.

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