Mapa político. El FA ya no será el mismo de la década del 70

Nos habíamos amado tanto

La nueva etapa del Frente Amplio ha generado profundas tensiones en su interna, que marcan el rumbo de un mapa político en principio distinto al que supimos conocer en al década del 70.

Una de las novedades es que en el Partido Socialista las nuevas generaciones, muchas de ellas en el gobierno, han dejado de ser filotupamaras, desde el momento que solo José Díaz, ex secretario general del PS y ex ministro del Interior del actual gobierno, así como el ingeniero agrónomo Yerú Pardiñas (Instituto de Colonización, Cerro Largo) se han pronunciado por la precandidatura del senador José Mujica (MLN), en tanto la mayoría de los socialistas acatan la resolución del Comité Central a favor del senador Danilo Astori.

Esta realidad muestra un cambio histórico que tiene que ver con el recambio generacional, pero también con la insólita situación de que el presidente Tabaré Vázquez, reciente renunciante del PS, mantiene su liderazgo sobre esa colectividad política.

En momentos de escribir estas líneas está reunido el Comité Central del PCU, sesión que se trasladará hasta hoy, en la que no se descarta que Marina Arismendi, la líder comunista después de la crisis partidaria de 1992 de ese sector del FA, alerte sobre la posibilidad de que el PCU se quiebre si se continúe con la apoyatura a la precandidatura a José Mujica. Para impedir ese drama, Arismendi que quería votar a Danilo Astori y no a Mujica, ha planteado ­ desconozco si lo ha hecho en el Comité Central­ la necesidad de alinearse detrás de la candidatura del intendente de Canelones, Marcos Carámbula.

Pero quizás el cimbronazo más grande se haya producido entre los ex comunistas, un sector de la sociedad de izquierda que no es fácil de definir, ni tampoco de describir.

En 1992 el PCU se fracturó entre renovadores y ortodoxos, según el lenguaje de la renovación. Los actuales comunistas hablaron de que los que se fueron del PCU fueron «claudicantes», mientras que los que permanecieron en esa formación política eran los principistas del marxismo-leninismo.

Fue así que los «ex» pasaron a ser algo difuso, con una importante influencia en la sociedad de izquierda, hasta que algunos contribuyeron a la creación de Asamblea Uruguay, no ingresaron todos los que querían, sino los que aceptaban Danilo Astori y Leonardo Nicolini. Otros pasaron a construir la actual Alianza Progresista, previa conformación de Confluencia Frenteamplista (Confa), mientras que la gran mayoría de los «ex» no se alineó con nadie y se abrigó entre la tristeza y el descontento.

Estos benditos «ex», nadie sabe cuántos son, pero se entiende que son muchos. Hubo intentos pequeños de reagruparse, pero nada prosperó. Quizás el mayor agrupamiento fue no agruparse, a pesar de que entre ellos se cultivó el afecto, el respeto y la necesidad del rescate de la historia de aquel PCU que había tenido, según ellos (me incluyo en ellos) una teoría de la revolución uruguaya, donde dos pilares eran fundamentales: la alianza de clases y capas sociales por una democracia avanzada, preludio del socialismo y una concepción particular de cómo se debe acumular fuerzas en ese sentido y en ese rumbo, donde el Frente Amplio era y es la principal herramienta.

Pero no hubo, hasta este año, más nada. A pesar de que en el resto de la izquierda se creía ­se sigue creyendo aún hoy­ que los «ex», al igual que la masonería era un proyecto afinado, casi conspirativo. Un poder oculto, capaz de tener cargos en el gobierno, en los medios de comunicación, en los sindicatos y en el medio empresarial.

Fue así que muchos en la izquierda decían, medio en broma o medio en serio, que los «ex» podían votar a uno u otro sector, pero los unían el que todos eran «portadores» del pensamiento de Arismendi, que fue colectivamente enriquecido durante la lucha contra la dictadura, tanto dentro como fuera del país.

Los hechos de los últimos meses muestran dos cosas, que son importantes. Los «ex» no se cayeron al campo de la derecha, se mantuvieron en el FA, pero además mostraron que no eran una cofradía, ni un pacto secreto, sino seremos humanos casados con la revolución, pero con experiencias, pensamientos, valores y mezquindades, que necesariamente llevan a que no esté (no estemos) todos agrupados en la misma línea y mucho menos con el mismo precandidato.

Existe el convencimiento de que en estas horas se cierra el ciclo de los «ex» comunistas y que si la biología no adelanta los malos tiempos, ese grupo de mujeres y hombres seguirá conversando entre ellos ante un café o una copa de vino, pero cada uno por su vereda, porque la crisis de aquel PCU llegó a su fin, aunque quizás algún comunista orgánico de hoy se integre a este grupo de soñadores, que votan distinto.

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