Cambio climático. La lluvia se detuvo a tiempo

El viento se llevó los papeles, no las palabras

El viento sólo se llevó los papeles del discurso del presidente. Las palabras no. Algo más de dos cuadras de público y una mujer que, vestida para la fiesta y con una copa de champagne en la mano, acompañó desde un balcón las dos horas y cinco minutos del acto. Se robó todas las miradas (ver recuadro). Fue casi un día ciclotímico: frío, calor, viento, lluvia y más tarde, más viento.

Eso no sería nada si no fuera porque a 30 minutos de la hora señalada, el público únicamente llegaba hasta dos cuadras ­abigarradas de público­ más allá de la intersección de 18 y Paraguay, donde estaba montado el gran estrado. Seguramente se evaluará que además de lo errático del tiempo, la infinidad de las posibilidades que los medios electrónicos brindaban para seguir el acto y el discurso del presidente Vázquez desde la envidiable comodidad del hogar, atentaron quizás en materia de asistentes en vivo y en directo. Lástima. Se perdieron un despliegue en iluminación, audio y video como pocas veces se podrá llegar a presenciar en un acto político.

Vamos al acto entonces o mejor dicho, a relatar las sensaciones que iban despertando aquellas figuras públicas que lenta pero sin pausa iban acercándose a la zona de exclusión reservada para legisladores, subsecretarios, asesores, directores de empresas públicas, embajadores, empresarios y demás etcéteras. De los últimos nombrados, el embajador argentino Hernán Patiño Meyer se destacaba de la muchedumbre, infatigable con su pipa.

De los empresarios, el ex rector de la Universidad de Montevideo y ex ministro de Defensa Mariano Brito. De las cámaras empresariales no se veía a nadie. Ninguno concurrió.

De la oposición ­a pesar de que estaban invitados e incluso había sillas reservadas que aguardaban su humanidad­ tampoco asistieron. Sobre los ministros y sus momentos de exposición se puede mencionar de todo. Pero la titular de la cartera del Interior, Daisy Tourné, se robó todos los encuadres de las cámaras de TV.

Al momento de subir al estrado: besos, risas y saludos por doquier fue la tónica. Más cauto, el resto del gabinete se limitó a aplaudir al público asistente porque, claro, Daisy ya había acaparado toda la atención y agotado las baterías de los flashes fotográficos. Más abajo, en tanto, seguían llegando figuras políticas del gobierno.

Pero había dos o acaso tres de los más ansiosamente esperados: José Mujica, Marcos Carámbula y Danilo Astori. Pareció coordinado. Los tres llegaron casi sigilosamente con 5 minutos de diferencia entre uno y otro y ninguno saludó más allá de los que se le acercaban. Perfil bajo «institucional». ¡Y el viento, ese gran porfiado! Los cabellos de las señoras y señores invitados, que revelaban horas del sábado de coiffeur, fueron porfiadamente desarreglados.

El dios Eolo no perdonó ni los papeles del discurso del Presidente, que más de una vez rodaron por el estrado.

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