Reinaldo Gargano. "Después de la elección, todo el mundo detrás del que gane, sea quien sea"

"En el FA hay una sola izquierda"

Café mediante, y ante un gran retrato de Emilio Frugoni que ocupa una pared del despacho, discurre la charla con el emblemático dirigente socialista; la efigie de Frugoni me lleva a indagar, en primer lugar, sobre aspectos doctrinarios del PS actual.

–¿Cómo definiría ideológicamente al Partido Socialista de hoy? ¿Sigue siendo marxista-leninista?

–El PS de principios del siglo XX se definía como marxista. Por entonces no existía el marxismo-leninismo, que fue un invento de Stalin posterior a la muerte de Lenin, con una concepción que era una contradicción en sí misma, porque Lenin no aportó a la teoría ningún principio de carácter metodológico; lo que forjó fue una concepción para conquistar el poder en una realidad concreta que era la Rusia zarista. El estalinismo convirtió esa estrategia de conquista del poder en una teoría general que impuso a la Tercera Internacional. Allí prevalecía la concepción de centralismo democrático donde militaban y opinaban las bases, después militaban y opinaban los cuadros medios, luego opinaba el Comité Central y, por fin, opinaba el secretario general, y lo que éste opinaba era lo que había que adoptar como norma. Cuando se desató la polémica sobre adherir a la Tercera Internacional, Frugoni estuvo en contra porque no aceptaba las 21 Condiciones del PCUS; sostenía que no se puede imponer el socialismo contra la opinión de la mayoría de la población. A fines de los sesenta hubo un predominio de la tesis pro soviética, pero esa definición de marxista-leninista duró poco tiempo. En el año 72 hubo un Congreso del Partido, un congreso muy duro, donde un sector muy afecto a las tesis que predominaban en aquel momento de que la Unión Soviética era la vanguardia de la revolución mundial, sostenía que era preferible ser cola de león y no cabeza de ratón, y pretendían que el Partido Socialista se disolviera. Afortunadamente esa gente fue desplazada y se fue al Partido Comunista; ahora andan todos por ahí, cada uno por su lado… ninguno se mantuvo dentro del Partido Comunista. Son todos ex comunistas.

Después del golpe se fue dando un proceso lento hasta abandonar el marxismo-leninismo después de la dictadura, porque esa concepción marxista-leninista metida en libros, llevada adelante por algunos «teóricos» de América Latina, hizo que le metieran dogmas en la cabeza a la gente, dogmas de fe que no se cuestionan, inmutables como los dogmas religiosos… Hubo cambios sucesivos hasta que hace 15 años formulamos una nueva declaración de principios según la cual el Partido abreva en todas las fuentes del socialismo, entre ellas el marxismo. En sus tesis se dice que el objetivo es cambiar la sociedad de forma tal que predominen los intereses de los menos privilegiados, pero que al poder se llega con el apoyo y el voto de la gente. Y después, hay que someter ese poder al juicio de la gente y, si la gente dice que no hay que estar más en el gobierno, hay que aceptar la voluntad mayoritaria, y no mantenerse en el gobierno por medio de la fuerza.

–No deja de ser curioso que los primeros dirigentes tupamaros, los fundadores del MLN, hayan surgido del Partido Socialista…

–Es cierto, y supongo que no es un agravio para ellos. Sendic, Manera, Marenales, constituyeron el núcleo inicial al cual se fueron plegando otros pequeños grupos y sectores y aquello terminó luego en una independencia con perfil propio. Yo creo que uno de los rasgos característicos que tiene el PS es la independencia para forjar su propia concepción, no abrevar en una sola fuente y no tener un referente exterior al que hay que rendir tributo para ser aceptado por la gente. Aprender de la realidad, teorizar sobre la realidad y proponer un proyecto de cambio. Y eso se ha mantenido inalterable desde que Frugoni se afilió al Centro Carlos Marx. No olvide que Frugoni no era socialista, era colorado batllista. Por supuesto que tenían diferencias con Batlle porque Frugoni tenía un pensamiento más rigurosamente socialista, mientras que Batlle era un socialdemócrata de inspiración liberal, tenía como fuente doctrinaria a los liberales progresistas de fines del siglo XIX.

–Bien. Volvamos a la realidad actual. Hace unos días, Astori sugirió que dentro del Frente Amplio habría más de una izquierda, y Mujica le salió al cruce sosteniendo que la izquierda frentista es una sola. ¿Cuál es su opinión al respecto?

–Vamos a partir de la siguiente base. Yo soy acérrimo partidario de que el FA triunfe en las próximas elecciones y que lo haga por mayoría absoluta en la primera vuelta, y para eso hay que moverse en la campaña de las internas (y en la de las nacionales) en un marco de respeto mutuo y sin ataques de carácter político-ideológico que generen rispideces entre los candidatos.

Mi partido tiene su candidato, ya lo definió. No interesa mi postura en la definición del candidato porque ya todos la conocen, pero yo voy a defender la concepción de que el Frente es la fuerza política y que la izquierda es el Frente; con sus matices, desde luego. Ha habido diferencias inocultables.

Hubo frenteamplistas partidarios de la reforma que introdujo el balotaje (como Seregni y Astori), y otros que votamos en contra, y perdimos por ocho mil 500 votos. También tuvimos diferencias con la ley de Ancap. En fin, como se ve, hay diferencias que no siempre son sólo de matices sino que pueden ser significativas, pero se superan. Yo las tengo ahí, como hechos del pasado. No las quiero para el futuro, quiero que haya cada vez menos y, por eso, no me gusta que se diga que hay dos izquierdas. En el FA hay una sola izquierda que tiene un programa único y con ese programa tiene que ir para adelante. El asunto es que el programa hay que cumplirlo. Y a mí me tocó, siendo canciller de este gobierno al que pertenezco, cumplir el programa y oponerme al tratado de libre comercio con EEUU. Eramos partidarios, como cuestión de carácter estratégico, del desarrollo de la integración regional, ampliar el Mercosur y tender a fortalecerlo. En cambio, creíamos que no era beneficiosa para el país la firma de un TLC con EEUU. Hubo gente, algunos expertos politólogos, que decían que la opinión del ministro de Exteriores era un cero a la izquierda (ya se imaginará a quién me estoy refiriendo)… Son muy expertos, tienen una clara visión del futuro (se sonríe). Pero todo se ha perdonado en aras de que podamos, en el futuro, no tener diferencias de esa naturaleza.

–Yo creo que su postura en aquella ocasión fue decisiva para rechazar el TLC.

–Bueno, en realidad, lo decisivo fue que el Presidente llegara a la conclusión de que aquello no era conveniente para el país, ¿verdad? Pero hubo ministros que opinaban que yo me tenía que ir del gobierno si estaba en desacuerdo con el TLC… Afortunadamente, eso pertenece al pasado, y hoy todos reconocen que lo del TLC era inadecuado para nosotros. Máxime hoy, que hay un presidente nuevo, negro, demócrata, que se opone a la tortura, que quiere retirarse de Irak, que quiere tener una nueva relación con Latinoamérica, pero que es firmemente partidario de proteger la producción nacional y que va a mantener la tesis de la asistencia crediticia y los subsidios a los productores agrícolas estadounidenses, que son los que se oponen a que haya un TLC que no contemple los productos «sensibles», que son unos 300, entre los cuales están todos los productos que Uruguay puede vender a EEUU. No es que yo esté en contra de un tratado de libre comercio, es que con EEUU, el comercio no es libre; y además aquello no era un tratado, como dijo el presidente Vázquez, era una imposición.

–Para mantener el electorado de 2004 e incrementarlo, ¿cuál de los tres candidatos le parece el más apropiado, independientemente de la decisión de su partido?

–No, no, no… Mi candidato es el que quiso mi partido. Yo acato lo que mi partido decidió y, en ese sen
tido, voy a trabajar. Y así como me lo pregunta usted, si me lo pregunta un ciudadano cualquiera le respondo lo mismo: vote la 90. Pero eso no es obstáculo para que yo sostenga que debe haber una concertación acerca de la política de unidad que hay que desarrollar para que gane el que la gente prefiera pero con la aceptación y compartiendo el programa que tiene el Frente. Y después de la elección, todo el mundo detrás del que gane, sea quien sea. Y si tenemos mayoría absoluta, hay gobierno frenteamplista para 20 años más, porque hay muchas cosas por hacer todavía, y hay que consolidar lo hecho. Yo creo que hay una sola propuesta de la izquierda, que es la propuesta programática que discutimos en el Congreso. Y creo que hay que dar a la gente la posibilidad de juzgar quién es el más capacitado para llevar adelante esa propuesta programática. Ahora bien, para poder aplicar el programa, es necesario triunfar en primera vuelta de modo de tener mayoría parlamentaria. Y para triunfar en primera vuelta, hay que tener una actitud unitaria, en la que no existan agravios, donde la polémica intersectorial no llegue a los extremos a que ha llegado a veces. Esas diferencias hay que dirimirlas en discusiones bilaterales, sin trasladarlas a la masa frenteamplista porque eso desalienta a la gente.

Yo voy a trabajar desde el lugar que mi partido me indique por la candidatura que impulsa mi partido, naturalmente, pero sobre todo voy a trabajar por la unidad del Frente Amplio, y por que los tres candidatos logren conformar una fuerza que, ahora en la interna, duplique y les gane a los otros partidos juntos.

 

LA RESISTENCIA A LA DICTADURA

­¿Qué papel asigna a los partidos tradicionales en la resistencia a la dictadura?

­No niego que haya habido gente del Partido Colorado que militó contra la dictadura. Pero voy a ser muy claro; hubo mucha gente de ese partido que formó parte del régimen de facto: consejeros de Estado y ministros. En filas nacionalistas también: Martín Recaredo Etchegoyen presidió el primer Consejo de Estado. Pero ya sabemos quiénes pelearon contra la dictadura: Wilson Ferreira en el exterior, el Cacho López Balestra, Carlos Julio Pereira. Por algo intentaron matar a Mario Heber y terminaron matando a su esposa; ése peleaba contra la dictadura.

 

COMO COMBATIR LA INSEGURIDAD

­¿Hay inseguridad o es sólo sensación térmica?

­La inseguridad es una realidad heredada de un sistema de exclusión que echó a los asentamientos a más de 500 mil personas y donde viven todavía 250 mil. Hay que combatir esa inseguridad con dos palancas: la palanca de la protección social, de empujar las políticas de empleo, y también dando a la Policía los medios necesarios para que pueda actuar. La derecha protesta porque los presos están hacinados, pero eso está indicando que la Policía está cumpliendo bien con su función, hay más eficacia en la represión.

Es cierto que hay que hacer más cárceles, pero hay que saber que las cárceles no se hacen de un día para el otro. Tampoco se resuelve la cuestión comprando cárceles de chapa como las que compró Stirling, que lo hizo con la mejor intención, pero le vendieron chatarra con la que los presos se confeccionan «cortes».

 

EXITOS DEL GOBIERNO

­¿Qué logros del gobierno señalaría como los de más impacto para destacar en la campaña electoral?

­Son innumerables. Se recibió el país con un millón de pobres, y se redujo esa cifra a la mitad. Se crearon 150 mil nuevos empleos, se aumentaron las jubilaciones, se incrementó el salario, se triplicó el salario mínimo, disminuyó la desocupación. Hubo un cambio profundo en la salud. En las relaciones internacionales hubo logros importantes. Reanudamos las relaciones con Cuba, hicimos convenios con Venezuela muy convenientes para el país, abrimos el mercado de Rusia para nuestras carnes. Profundizamos las relaciones con Chile. Hemos firmado convenios de cooperación con la intención de disminuir las asimetrías existentes en el Mercosur. Y yo quiero que entre Venezuela al Mercosur, porque si entra Venezuela, cambia el mapa de América del Sur.

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