Un silencio lleno de palabras. Más de 90 mil compatriotas eligieron "Verdad, Justicia, Memoria y Nunca Más"

La mayor "Marcha del Silencio" desde 1996

La 14ª «Marcha del Silencio» resultó ser «la más grande y concurrida de la historia», desde que los familiares de los victimizados por el terrorismo de Estado comenzaron a reclamar en 1996 para que fuera esclarecido el paradero de los restos de los compatriotas secuestrados y asesinados.

«El pueblo uruguayo acabará con la impunidad de los represores en octubre cuando plebiscite la nulidad de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado», dijo a LA REPUBLICA Luis Puig, responsable de la Secretaría de Derechos Humanos de la central de trabajadores PIT-CNT.

La marcha, que llegó a concentrar una muchedumbre más compacta que años anteriores a lo largo de siete cuadras, se desarrolló con absoluta normalidad sin que se registrara ningún incidente. Incluso permanecieron abiertos muchos comercios, incluidos los que pertenecen a multinacionales.

«Acá», dijo a LA REPUBLICA Juan Camejo de la Secretaría de Organización del PIT-CNT, «no hace falta hacer seguridad ninguna. Con nuestra gente no se mete nadie». La concurrencia multitudinaria a la marcha fue «un espaldarazo» tras la campaña de recolección de firmas, agregó Camejo, quien tuvo a su cargo la tarea de contabilizar las papeletas firmadas que juntó la central de trabajadores.

Las filas con los carteles con fotografías de los rostros de los compatriotas desaparecidos se fueron formando a paso lento, en Avenida Rivera y Juan Jackson, frente a la Plaza erigida en memoria de los desaparecidos en América Latina. Expresiones austeras tenían los familiares de las víctimas.

Inesperadamente pasaron las 19, la hora prevista para dar comienzo la movilización, cuando la noche, que se presumía sería helada, se acaloró. La humedad ambiente se disipó. Parecía que la fuerza de voluntad de los manifestantes hubiera alejado toda amenaza de lluvias anunciadas.

Las miradas decididas de los familiares de los desaparecidos, forjadas por décadas de lucha para derribar el muro infame del silencio cómplice de los criminales y terroristas de Estado y de sus personeros políticos, se plantaron al frente de la muchedumbre y caminaron a paso de hombre.

El compromiso ciudadano de los uruguayos con la libertad y el respeto por la dignidad humana se volvió a expresar a través del silencio absoluto de la marcha, un silencio apenas interrumpido por el movimiento de un enjambre de periodistas y los disparos de luz de fotógrafos y camarógrafos.

 

Un silencio estrepitoso se tornó en expresión

Imponente en su modo de expresión en el que sobran las palabras, la marcha arrancó a las 19:14, en la última cuadra de Avenida Rivera, antes de desembocar en 18 de Julio, bajo cariñosa custodia y protección de una doble cadena humana de seguridad, integrada en su gran mayoría por jóvenes.

«Le agradezco a la juventud», diría luego Luisa Cuesta, de la Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos. «Quiere decir que tienen la cabeza abierta para luchar contra cosas que nosotros no pudimos porque teníamos las cabezas cerradas», argumentó Cuesta, una de las principales referentes de los familiares organizados en la procura de sus seres queridos.

Apenas unos minutos después, sobre las 19:21, fue preciso reagrupar y estrechar filas para dar cabida a las decenas de compatriotas que llegaban, algunos hasta la Plaza de los Desaparecidos, otros directamente apostados en 18 de Julio, en las plazoletas que rodean el monumento a Emilio Oribe.

El desplazamiento de la multitud silenciosa pasó a ser una ostentación estrepitosa de reafirmación ética cuando la muchedumbre ingresó a la avenida principal, mientras que aún quedaban centenas de personas junto a la plaza conmemorativa. Abigarrada, la gente siguió la marcha como nunca.

La Avenida 18 de Julio se cubrió en segundos de vereda a vereda. El gentío tomó cuenta de la calzada en ambos sentidos. Al llegar al edificio de la Universidad de la República, una nueva pausa permitió conglomerar a más personas cuando ya sonaban las 19:25 horas. Y seguía llegando gente.

Casi innecesario resultó el despliegue de policía motorizada que abrió camino frente a la marcha. La muchedumbre supo despejar el paso por sí sola. Nadie se atrevió a desacatar el ya anunciado corte de tránsito que había cerrado la entrada de vehículos desde todas las calles perpendiculares.

Media cuadra antes de alcanzar el cruce con la calle Magallanes, la marcha debió ser detenida otra vez para acceder a los requerimientos de incontables decenas de fotógrafos y camarógrafos que encontraron en todo momento alguna otra imagen, única e irrepetible, de un evento conmovedor.

Eran las 19:35 cuando se detuvo la caminata ante el requerimiento de los comunicadores. Pero otra vez debió detenerse en la esquina con Carlos Roxlo, a las 19:48, ante la avalancha de gente anónima. No hubo celular ni cámara, por más casera que sea, que no haya sido usada para captar el momento. Fue como si cada manifestante hubiera querido documentar el histórico reclamo.

 

«¡Presente!», corearon tras nombrar los desaparecidos

Habían pasado seis minutos de las 20 horas cuando la muchedumbre llegó hasta la calle Ejido y se detuvo por penúltima vez. Al instante comenzaron a ser nombrados, desde los equipos de sonido en Plaza Libertad, todos y cada uno de los nombres de los más de 200 uruguayos desaparecidos.

Los altavoces, instalados contra las fachadas de los edificios que están en las últimas cuatro cuadras del recorrido de la marcha, propalaron a todos los vientos las identidades de compatriotas supliciados. «¡Presente!», coreaba la multitud tras escuchar el nombre de cada desaparecido.

Cuatro cuadras continuó la marcha y aún se resonaban sobre la Avenida los nombres del listado de las víctimas. Eran las 20:11 cuando se reinició la caminata que pudo llegar al cruce con la calle Zelmar Michelini recién sobre las 20:24. Un minuto después estallará una salva de aplausos.

La Plaza Libertad fue el punto final de la 14ª Marcha del Silencio. Militantes y activistas sociales se entremezclaron con miembros de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos. Otro enjambre de periodistas y reporteros gráficos rodeó a los familiares que encabezaron la marcha.

La muchedumbre, estimada en más de 90 mil personas, iba desde la Plaza Libertad hasta el cruce de la avenida con la calle Vázquez. Siete cuadras compactas con una inesperada concurrencia de decenas y más decenas de jóvenes, casi todos ellos con edades menores a la treintena de años.

Un poema de Mario Benedetti difundido por los altavoces impuso un marcado silencio. Se trataba del poema cantado «a dos voces» con Daniel Viglietti en memoria de los desaparecidos y homenaje a la corajuda lucha de sus familiares para derrotar el silencio cómplice de los militares impunes.

Las estrofas del Himno Nacional marcaron el final de la movilización, al igual que en los 14 años anteriores, desde que los familiares comenzaron su lucha en 1996, casi en solitario, para clamar por una reparación, que este 2009 se rigió por una única consigna: «Elegimos Verdad, Justicia, Memoria y Nunca Más», tal como se postuló desde el pasacalle que abrió paso a la multitud.

Un aplauso estremecedor y prolongado dio por cumplida la jornada, a las 20:35, cuando en paz y con la alegría aportada por la reconfortante concurrencia juvenil, los veteranos familiares de los compatriotas secuestrados, torturados, asesinados y desaparecidos se dispersaron con calma.

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