Del aljibe al sillón

EDITORIAL

Las marmitas del futuro volvieron ayer a calen- tarse con el fuego de los sueños.

La década progresista ya es realidad.

Nuestra Nación ya tiene un nuevo Presidente. Se llama José Mujica Cordano y lleva en sus alforjas el proyecto histórico y aggiornado del Frente Amplio, el partido que lo catapultó al poder en olor de multitudes. Su objetivo será, transitando por el injusto capitalismo, probar que el humanismo socialista sigue siendo el horizonte insuperable de nuestro tiempo.

Con el triunfo de ayer, el Frente Amplio pasa a ser la primer fuerza política de la izquierda en América Latina que obtiene por dos veces consecutivas el gobierno, con dos candidatos distintos, sin apelar a la reelección, como lo hicieron con el apoyo de sus pueblos los presidentes progresistas de Brasil y Venezuela, Luiz Inácio da Silva y Hugo Chávez Frías.

El centenario proyecto del partido conservador volvió a ser derrotado por la guillotina de las urnas. El anciano régimen sostenido por ambos partidos tradicionales no pudo recuperarse. La «santa alianza» de los blancos, colorados, independientes, todos contra el Partido del cambio, no fue suficiente. No comprendieron la lección de la historia dictada con pedagogía inusual hace ya 5 años. O no entendieron lo que está pasando o ya pasó lo que estaban entendiendo. Lo cierto es que el Partido Conservador del tradicionalismo es una idea cuyo tiempo ha pasado. Ayer fue nuevamente devuelto a su inmenso anacronismo.

El viejo sistema patrimonialista sostenido por una red de complicidades que protegía intereses creados desdibujando la frontera entre el uso del patrimonio público y privado se lanzó de nuevo al ruedo creyendo que esta vez, sí, recuperaría el poder arrebatado limpiamente en las urnas, por décadas y décadas de hartazgo e injusticias.

Los simulacros de democracia y la mentira como orden político de pensar y actuar han entrado en una crisis terminal.

No supieron leer los anuncios y la digestión de la historia se los tragó.

Con esta segunda y contundente victoria popular el difícil tránsito de la izquierda, desde los mitos hacia la historia, se ha consumado.

La izquierda uruguaya volvió a recitar su poesía. Poesía en griego (poiseis) significa «hacer que ocurra algo extraordinario». La mayoría de los ciudadanos se convirtieron en poetas del cambio, renovando los votos, las utopías y las esperanzas de 2004.

Las claves del triunfo abrevan primero en los avances sociales del gobierno conducido por el estadista Tabaré Vázquez Rosas, que avanzó hasta donde pudo con el programa de la izquierda uruguaya, después en la decidida y leal participación del economista Danilo Astori en la campaña electoral y finalmente en el carisma, el estilo y la transparencia del candidato único del Frente Amplio, José Mujica Cordano, que arrebató de los territorios habituales de la derecha, al interior del país y a los sectores urbanos más postergados de la población.

El mismo partido con diferente candidato. Mujica se dispone a ser el continuador de las políticas ejecutadas con eficiencia y mesura por Tabaré Vázquez. Pero el proyecto profundizador que representa implica matices, tiempos y gradualismos distintos al del primer período que está culminando.

En términos de alumbramientos fermentales, poniendo la mirada en la primera revolución social de la historia, allá por 1789, Tabaré fue un girondino radicalizado y Mujica será un jacobino moderado. A Tabaré no le hizo mella la fatiga del poder, a Mujica no le hará mella la fatiga de la historia.

Mujica intentará llevar a la práctica la combinación formidable de la energía ética con la visión realista que lo caracteriza. Tanto Platón como Sócrates, el idealista y el racionalista, postularon el logos (discurso verificable) frente al mithos.

Mujica intentará, creo yo, con éxito, trocar su ética de la obstinación en la ética de la responsabilidad compartida democráticamente sin olvidar su ya probada ética del compromiso.

Tabaré Vázquez creyó que el Estado es la casa de los consensos y que la política es el arte de sumar consensos y restar diferencias. También Mujica cree en esas ideas y que vencer no es lo único deseable ya que la verdadera gloria estriba en convencer. Y fue así que convenció al interior del país y a los sectores más desposeídos.

Pero también cree en la crítica como cirugía de la historia y que el progreso sólo nace del conflicto y de la confrontación pacífica y dialéctica. Sólo por esa vía, como bien señaló un cientista latinoamericano cuyo nombre no me acuerdo, hay progreso en el pensamiento, en las leyes y en la sociedad, y no en la armonía, que siempre es una hipocresía social. ¿Cómo es posible armonizar con las mafias?

Para ello deberá desmontar la impresionante red de prejuicios que la derecha y la casi totalidad de los medios de comunicación liderados por «El País» y el semanario «Búsqueda» construyeron contra su imagen. Es más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio, decía el físico y matemático alemán Albert Einstein. No le será fácil entonces a Mujica la tarea que le cupo en suerte.

Afiliado a la tesis del radicalismo democrático, alejado de todo fundamentalismo ultrista, Mujica llevará a cabo la estrategia del Frente Amplio contenida en su proyecto histórico.

De las dos estrategias para la emancipación social que obligan a optar por la ruptura anticapitalista para emancipar o la emancipación sin ruptura, el Frente Amplio eligió la segunda opción en esta etapa especial, alineándose con la mayoría de las fuerzas de izquierda del continente.

En Uruguay aún no es mayoría la cultura anticapitalista y ese es un escollo insalvable para el rupturismo.

Sin embargo, es posible sembrar embriones de un nuevo humanismo socialista.

El neodesarrollismo de izquierda que profundizará Mujica, enfrentándolo al neoliberalismo y al neodesarrollismo de la derecha, implica la expansión de la propiedad pública y la consolidación de la autoadministración popular. Un trayecto lento, pausado pero firme, sustituyendo progresivamente las normas de la competencia, la explotación y el beneficio injusto por la satisfacción colectiva e individual de todas las necesidades de los uruguayos.

La izquierda uruguaya no se propone en esta etapa histórica desarrollar un proyecto anticapitalista, pero ello no le impide reconocer que su lógica de la igualdad nada tiene que ver con la lógica del lucro y la desigualdad que es la lógica del capital y sus profetas.

La esencia de la izquierda es el igualitarismo, no como la utopía de una sociedad donde todos son iguales en todo, sino como tendencia a exaltar lo que convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales.

Privilegiando las políticas que tiendan a convertir en más iguales a los desiguales. Hobsbawm afirmaba con claridad que «si no creemos que la búsqueda incontrolada de las ventajas privadas a través del mercado produce resultados antisociales y catastróficos; si no creemos que el mundo actual exige un control público y una administración, gestión y planificación también públicas de los asuntos económicos, no podemos llamarnos socialistas».

Y el genio de Tréveris, don Carlos Marx, mucho antes, no dudaba en afirmar que «el capital es trabajo muerto que sólo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar el trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo vivo chupa».

Ricardo, padre del liberalismo económico, también coincidía con Marx, padre del socialismo científico, al sostener que el capital no es más que trabajo acumulado.

Pero descartar un proyecto anticapitalista no implica traicionar las ideas fundantes de la izquierda uruguaya, si ésta y el nuevo Presidente de todos los orientales continúan transformando el demopoder tradicional en demodistribución don- de haya para el pueblo más igualdad en los beneficios y menor desigualdad en las pérdidas
. Si sepulta bajo tierra a esos operadores del pasado que abogaban por las políticas a largo plazo mientras se dedicaban a las ganancias a corto plazo. Si profundiza la revolución productiva con equidad. Si profundiza aún más la guerra contra la desocupación advirtiendo que en el mundo, precisamente el trabajo está desapareciendo en la sociedad del trabajo. Si termina de desmontar a un Estado que era un Robin Hood al revés, un Estado que le quitaba a los pobres para darle a los ricos. Si apuesta a la educación como el pan del alma. Si dedica más tiempo aún para convertir a los súbditos en ciudadanos. Si privilegia el desarrollo de las personas por sobre el desarrollo de las cosas, impidiendo la comercialización de los seres humanos. Si se preocupa por la desmovilización de la sociedad y mantiene a ésta alerta y despierta. Si advierte el peligro de la fragmentación e incomunicación del pueblo, motorizada por los grandes medios audiovisuales y escritos, así como el desinvolucramiento político de los ciudadanos que los dejan casi inermes ante los forjadores de opinión, esas fuerzas masivas especializadas en parcelar el conocimiento, desmenuzar la cultura y mutilar la reflexión. Si desarrolla las cinco reformas estructurales contenidas en su plan estratégico, la reforma productiva, la reforma distributiva, la reforma social, la reforma del Estado y la reforma comunicacional. Si reconoce que la izquierda durante su primer período de gobierno detuvo la desigualdad pero no pudo revertir totalmente las diferencias sustanciales que produjo la crisis de 2002. Se frenó la tendencia desigual al duplicar el salario mínimo, implantar el IRPF y aumentar sustancialmente las asignaciones familiares, pero en el segundo período es necesario elevar el porcentaje del quintil 1 que no supera el 5% y reducir el quintil 5 que se apropia de casi la mitad de la riqueza nacional. Si proclama y fomenta la libertad del ciudadano contra la opresión del poder económico y comunicacional, así como el significado laico de la alegría de vivir contra el miedo de la transgresión, y la razón contra el dogma y también la fraternidad contra el servilismo. Y si finalmente sigue sembrando para facilitar el pasaje de la débil democracia representativa a una vigorosa democracia participativa.

Que importa entonces, si se obtienen todos estos objetivos, que la izquierda hoy no proclame un proyecto anticapitalista en este momento de la historia, cuando aún no ha alumbrado el nuevo paradigma humanista que termine con la explotación del hombre por el hombre.

Para ello es imprescindible entender que a la recuperación de la virginidad de la mirada, obtenida por el gobierno de Tabaré Vázquez, debe seguir ahora la pérdida de la inocencia. Porque no se trata de un juego ceremonial sino de construir poder para poner de pie a una democracia en serio. Y el adversario es formidable y si bien perdió el poder político, mantiene el poder comunicacional y el poder económico, y ambos coaligados son más letales que el poder político aislado. Por otra parte seguimos creyendo que un proyecto ético no tiene ninguna necesidad de ser inocente.

Le corresponde ahora al Presidente Mujica, a su gabinete y al partido que lo sustenta, asegurar con ahínco la estética de la unidad y la ética del compromiso. Les corresponde asumir la dirección moral e intelectual de la sociedad. Ser el manantial de los sueños de todos los uruguayos y uruguayas.

Finalmente como epílogo de este editorial, redactado en medio de la catarsis nacional de la inmensa jornada comicial de ayer, deseo rendirle homenaje a mi generación, ante el hecho formidable del primer guerrillero que asume en nuestra América del Sur, por la vía pacífica, la primera magistratura de la Nación.

La generosa y un poco ingenua generación sesentista, tantas veces denostada, sembradora de semillas minoritarias, marginales, cuando estábamos arrinconados, y todo parecía una brega de eternidad, recordando la tenaz construcción de las ideas de la igualdad y la justicia, durante la larga travesía de décadas por el desierto político, con pocas esperanzas, diezmada por el poder autoritario. Hoy esa energía moral sesentista vuelve a florecer aggiornada fundiéndose en el crisol de las nuevas generaciones progresistas, asegurando el segundo período de la refundación de nuestro país.

Honor a esos héroes olvidados, a esa generación olvidada, condición necesaria, aunque no suficiente, de este nuevo golpe de timón de la historia uruguaya.

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