IX Cumbre. Las centrales del continente reclaman a los gobiernos una integración que contemple mayor justicia distributiva

Sindicalistas del cono sur van de lo "posible" a lo "necesario"

Medio millar de dirigentes de las centrales sindicales del Cono Sur aprobaron ayer en Montevideo un plan de acción para profundizar la integración regional en defensa de los derechos laborales y la generación de empleo.

«Estamos en una nueva etapa en la que los trabajadores podemos pasar de lo posible para la gobernabilidad a los necesario para las clases trabajadoras», dijo a LA REPUBLICA Adolfo «Fito» Aguerre, secretario general de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (Ccscs).

La IX Cumbre Sindical del Cono Sur se desarrolló bajo la consigna «Fortalecer la integración con justa distribución de la riqueza, con más derechos y empleo». Participaron 12 presidentes o secretarios generales de las centrales regionales, o coordinadores como es el caso del PIT-CNT, y cerca de quinientos dirigentes abocados al proceso integracionista.

«Queremos incidir para que haya transferencia de tecnología hacia los países en desarrollo», explicó Aguirre, para quien los inversionistas transnacionales se limitan a transferir las tecnologías nuevas sólo a sus filiales en la región, en un proceso que «pocas veces» implica un impulso para el desarrollo del conocimiento de las sociedades subdesarrolladas.

El sindicalismo del Cono Sur cuenta con 25 millones de trabajadores. La Ccscs está compuesta de forma unitaria por centrales que están afiliadas a la Confederación Central de las Américas (CSA), otras que están en la Federación Sindical Mundial (FSM), pero también centrales independientes como el PIT-CNT.

Las centrales reunidas aprobaron además un documento relativo al cuidado del medio ambiente, en que rechazan que los países subdesarrollados queden acotados al uso de la llamada «tecnología verde», supuestamente «no contaminante», mientras que los países ricos continúan desarrollando sus industrias. El documento fue entregado a legisladores del Parlamento del Mercosur.

En entrevista con LA REPUBLICA, Adolfo Aguirre, quien además integra la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), explicó que la consolidación de gobiernos progresistas en el continente vislumbra una nueva etapa en la que el sindicalismo podrá pasar de pedir lo apenas «posible» para reclamar lo que sea «necesario» para las clases trabajadoras.

­Frente al proceso de integración, el pensamiento progresista predominante parece ser el «posiblilismo» y el «no hagan olas» para evitar conflictos y poder retener los gobiernos…

­Sí. Pero ahora estamos en una etapa en la que hay que transitar de lo posible a lo necesario. Una propuesta posible es qué pueden hacer los trabajadores, en la gobernabilidad. Una propuesta necesaria es establecer cómo se reparte la riqueza que genera la región. Para lo necesario tenemos que elaborar propuestas, pero también atravesar territorio enemigo, porque se ha avanzado mucho respecto al esquema neoliberal de los años 90, que concentraba la riqueza, pero aún persiste una distribución que continúa siendo injusta. Por un lado se consolidó la democracia, como es el caso de Uruguay o el de Argentina, donde llevamos 26 años de democracia, el período democrático más largo de nuestra historia. También hemos frenado, desde el 2005 en la cumbre de Mar del Plata, el formato del Tratado de Libre Comercio mediante un tejido de alianzas en el que la clase trabajadora jugó un papel protagónico.

­¿Qué factores determinaron el cambio de etapa?

­En este momento hay 2 íconos que nos hacen pensar que es posible transitar desde los posible hacia lo necesario. Me refiero al triunfo de José Mujica en Uruguay, y al de Evo Morales en Bolivia. Son países donde ya han habido cambios necesarios. También en Brasil, y parte en Argentina. Estamos en un tiempo en que tenemos que escribir cuáles son las políticas poscrisis, y no esperar que las hagan las trasnacionales o el nuevo dibujo del poder que pueda tener el mundo en términos de comercio internacional. Queremos negociar para ir hacia lo necesario, y confrontar si es preciso. Además estamos superando la ofensiva del vencedor de la guerra fría y supimos recuperarnos en el trabajo, las finanzas, y estamos entrando en la etapa de la transformación. Es lo que hizo Evo, reelegido por más del 60% de los votantes. Y es lo que pueden plantear los trabajadores con un José Mujica que propone un Estado fuerte que proteja y promueva un modelo de igualdad. Cuando los pueblos se comprometen, los resultados son importantes.

­¿Qué otras ventajas implicaría la incorporación de las propuestas de los trabajadores a un Mercosur que tuviera una institucionalidad supranacional?

­El movimiento sindical ha sido fundamental para proteger la democracia en la región. En la cumbre hemos sido claros en denunciar que en Paraguay se está preparando contra el presidente Lugo un juicio político, que es un golpe institucional. Y es porque no permitiremos que en nuestros países se hagan experimentos como el de Honduras, un golpe que también repudiamos, así como la instalación de bases militares en Colombia. A su vez resolvimos que debemos ser muy solidarios con el sindicalismo de Chile, donde el neoliberalismo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan hicieron su ensayo más importante en la región, para ayudar a construir un esquema de seguridad social estatal; es el único país de la región que sólo tiene administradoras privadas de pensiones.

­¿Cuáles son las mayores críticas que podrían hacerse a los gobiernos progresistas ante el proceso de integración?

­Estamos un poco dolidos porque los gobiernos progresistas han avanzado muy poco en la integración. Seguimos en una relación intergubernamental, sin avances, como sí tiene la Unión Europea. El Parlamento del Mercosur es supranacional, pero casi ningún país tienen elección directa para proclamar a los legisladores que los representa: sólo Paraguay.

­¿El sindicalismo pasará a elaborar propuestas políticas, o sólo promoverá un debate sobre lineamientos?

­El gran debate sería pensar por dónde pasarían la primeras letras de un modelo de desarrollo sustentable y generador de empleo, con un alto nivel de industrialización, y una política ambiental que proteja los recursos naturales. Un buen formato sería que todas las compras de los Estados del Mercosur se realice en países de la región, y no en otros continentes. Por ejemplo, si se va a comprar ropa para las fuerzas de seguridad que no se haga en China, sino que se reactive la industria textil de la región. O que las barcazas para Bolivia no se compren en Corea, sino en los astilleros de la región. Se trata además de tener alianzas con la academia para definir nuestra soberanía científica y tecnológica para no depender de las patentes de los elefantes de mundo.

­¿Qué propone la Cumbre que pueda servir como criterio general para todos los países? Porque se plantean diferentes propuestas para cada país: crear un sistema mixto de pensiones en Chile, reducir la jornada laboral en Brasil, universalizar las asignaciones familiares en Argentina para proteger a los hijos de los desempleados…

­Es que todavía hay bienes y servicios sociales que están mercantilizados. El difícil acceso a los medicamentos es un caso. Es fundamental la presencia del Estado para que haya distribución. El Estado es la única herramienta para asegurar la distribución. El sindicalismo va a negociar en una estrategia institucional para construir igualdad, y va a confrontar contra todo intento de retroceder en las conquistas sociales que ya hemos ganado. Queremos entrar en una etapa ofensiva para lograr lo que nosotros soñamos; con algunos nos vamos a pelear porque no es que les vamos a mandar una nota pidiendo que coman todos los pobres del mundo y nos van a decir que sí, que están de acuerdo, porque para ellos la pobreza también es un negocio.

­Pero el Mercosur carece de organismos supranacionales. ¿Se necesita capacitar cuadros para negociar, país por país, para que las políticas de integración puedan resultar en beneficio de las clas
es trabajadoras?

­Nosotros queremos un sindicalismo propositivo, negociador y combativo que muestre el máximo de potencial que tiene en la región. Por eso entendemos que la presencia de 500 cuadros dirigentes en la Cumbre es un capital para la coordinadora de centrales, porque son cuadros que tienen mucho oficio y experiencia, y tienen una visión que no se limita al salario o la ropa de trabajo o los consejos de salarios, sino que tienen una visión y una opinión sobre todo lo que hace a la vida política, cultural y social de cada país.

­¿Qué objetivos definió el plan de trabajo?

­En nuestra declaración política hicimos un balance de las políticas de integración hasta el momento, y formulamos una exigencia a los gobiernos del Mercosur para construir un modelo alternativo de desarrollo productivo y sustentable. No queremos una zona de agroproductoras que sólo venda alimentos en estado de materia prima sin manufacturar. La ronda de Doha volvió a fracasar la semana pasada. Pero el G20 aprobó un piso de derechos laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que condiciona los créditos internacionales y las inversiones a las metas de generación de empleo que tengan. Nuestro reclamo es que los gobiernos cumplan con el compromiso internacional que asumieron los países de G20, cuando se reunieron en setiembre en Pittsburg. El plan de trabajo contiene una serie de lineamientos, como que Argentina y Paraguay aprueben el convenio 102 de la OIT en materia de seguridad laboral, como ya lo hicieron Uruguay y Brasil, y una línea de acción para que los países dejen de privatizar las auditorías externas de las cuentas públicas, tarea que en países como Argentina las realizan consultoras internacionales. Sirven más para aportar información al Fondo Monetario Internacional que para controlar los dineros públicos. También se va a lanzar una campaña para que mujeres y hombres reciban igual remuneración a igual tarea.

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