Alerta del senador Enrique Rubio: 'Si no cambiamos, nos va la vida'.

Futuro. ‘No mezclar el capitalismo de EEUU con políticas sociales de Europa’

-Desde las elecciones municipales a la fecha y conocidos los resultados electorales y luego de las vacaciones futbolísticas, da la impresión que los frenteamplistas están dispuestos a debatir sobre su futuro…

– Creo que estamos ante el revulsivo de los resultados electorales -nacionales y departamentales-, que comienza a traducirse en propuestas o preocupaciones. Entramos en un estado de reflexión que puede ser profundo.

-Esto está condicionado por el voto en blanco y anulado en las municipales. ¿Estamos ante un malhumor positivo o negativo del electorado de izquierda?

-Es un malhumor positivo, porque el voto de la izquierda no se fue a otro partido. No olvidemos que los partidos tradicionales entre octubre y mayo perdieron unos 60 mil votos.

El malestar es un llamado a los dirigentes del FA, diciendo que esto así no va más. Si no cambiamos, nos va la vida.

-Tengo la impresión de que ese malhumor no es tanto contra la gestión de Vázquez, sino que apunta a la casa, a la fuerza política, por la falta de democracia, por la poca transparencia en las decisiones. ¿Coincidimos en eso?

-Es un malestar al interior de la identidad frenteamplista. El balance del gobierno de Tabaré es extraordinariamente positivo en todos los registros de opinión y mucho más entre los frenteamplistas. Venimos de un gobierno tremendamente exitoso y estamos trascurriendo un nuevo gobierno que va por el mismo camino. El malhumor no es un juicio negativo sobre la gestión de gobierno. Estamos ante un malestar del alma de los frenteamplistas.

-Quizás no debería hacer la comparación que voy a establecer, pero me la juego. La Selección celeste salió cuarta, no ganó, pero conmovió al país. En política, capaz que el primer gobierno de la izquierda salió campeón, pero la gente está molesta con el FA, con las formas de actuar de la izquierda. El fútbol enamoró, es cierto, pero es más fácil, lo reconozco. A la política de izquierda le está faltando enamorar…

– Hay una frase de Tabárez que lo establece bien: «lo que importa es el camino». Hoy la crítica con el FA es por el camino que asumió: malestar con los procedimientos, con los gestos. Esto no debe medirse en términos electorales, hay que medirlo en términos cualitativos.

El Frente Amplio es una creación histórica formidable, que no tiene rivales. No nos olvidemos que la oposición no creció, sino que además decreció. Pero igual tenemos el problema. Como FA crecimos por la alianza de sectores medios con los obreros organizados, que llevó un largo proceso de acumulación histórica que construyó una base social formidable y una cultura que impregnó a la sociedad, fundamentalmente a la academia. Eso creó un horizonte de seducción, que luego fue ratificado con buenos gobiernos, pero a la vez hubo un fenómeno de desencanto. Aquí hay un problema para analizar. ¿No nos está faltando un horizonte de utopía, para luchar por un proyecto de largo plazo? Esto no es todo, pero es una parte, quizás sustancial. Hay que verlo.

-La izquierda llegó a dos gobiernos nacionales, a muchas intendencias, con la construcción de un bloque social basado en la clase obrera, en los estudiantes, en la Universidad, en los sectores vinculados a la escuela vareliana y en un determinado momento, que fue un proceso, suma a los uruguayos más desposeídos, producto de la crisis tremenda que vivió el país.

Tengo la impresión que en la política uruguaya el gran desafío ha sido siempre la lucha por las capas medias. Hasta Pacheco se jugó en esa cancha y le ganó a la izquierda en la década del 70 cuando planteó la falsa contradicción «orden o subversión», lo que fue la mayor construcción ideológica, antesala del golpe de Estado.

En estos últimos años debo haber escrito varios artículos en La República, creo que demasiados, alertando sobre cómo se trataba el tema médico, los asuntos universitarios y de la enseñanza. Creo que se perdió el enamoramiento de la izquierda con las capas medias -donde incluyo el arte-, particularmente las ilustradas. ¿Coincide?

-Creo que lo perdimos en un sentido importante y estamos sufriendo una nueva paradoja. Por el crecimiento económico y por las políticas sociales que desarrollamos, aumentó la capacidad de consumo de los sed ores medios, en términos generales. Pero al mismo tiempo se produjo una grieta social. La sensación térmica fue para otro lado. Muchos sectores de estratos medios urbanos y rurales, se sintieron postergados y desatendidos. Lo cual es cierto porque la izquierda por su sentido de la equidad debía atender primero la emergencia social. Esto es correcto, pero eso no quita que hay que tener una atención para con los sectores que fueron base histórica de la construcción de la unidad de la izquierda y de la construcción del bloque social del cambio. Pudo haber pasado que la derecha nos ganó en eso de construir la sensación térmica.

-Algunos sectores de las capas medias reaccionaron negativamente porque por primera vez un gobierno de izquierda les reclamó su apoyo, su aporte en plata constante y sonante, para atender la emergencia social…

-Esta vez les tocó el bolsillo por el lado de la izquierda, es cierto. Pero yo no renuncio a eso, porque es parte del sentido de la equidad.

-A la vez desde el gobierno progresista, cada vez que esos sectores medios protestan, se les dice que son una corporación cuasi criminal. ¿No es eso una exageración?

-Es posible. Pero el fenómeno del individualismo y del corporativismo caló muy profundamente en los últimos 30 años, por las políticas neoliberales. Quizás no supimos interpretar este fenómeno negativo para revertirlo. Yo creo que la izquierda tendría que hablar más de la felicidad, de otro tipo de temáticas que son prioritarias para los jóvenes, por ejemplo. Tenemos que ser más intérpretes de la sociedad…

-En lo personal creo que se está eludiendo un gran debate, que apunta más hacia lo que son las ideas fundacionales de la izquierda. ¿La superación del capitalismo es parte del desarrollo del propio capitalismo o el socialismo es una propuesta que sustituye al capitalismo sin importar el desarrollo a que ha llegado ese sistema social y económico? En el socialismo real hubo un intento de implantar una nueva sociedad, sin que culminara el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y eso fracasó. Por algo Lenin, que quiso salvar ese error, propuso la Nueva Política Económica. ¿Cuáles son los elementos dentro del desarrollo del capitalismo que permitan decir que allí van algunos gérmenes de una nueva sociedad, que puede ser socialista o simplemente superadora del propio capitalismo? Expongo dudas, que las tengo y del tamaño de una montaña. ¿Me entiende?

-Luego de una reflexión larga sobre todo este tipo de cosas, señalo que las formas productivas que van a suceder al capitalismo, no las podemos anticipar. Hoy puede haber gérmenes, intentos, transformaciones que no advertimos sobre qué alcance van a tener. No sabemos hasta donde va a ir el trabajado asalariado y el trabajo independiente. No lo sabemos, como no sabemos el alcance de que la economía pasó a ser básicamente información y conocimiento, con ritmos muy diversos en el planeta. Yo creo que va a tener un impacto muy profundo en relación a los grandes patrimonios colectivos, que son el conocimiento a través de la educación, la investigación, la comunicación y los recursos naturales. Si las sociedades adquieren el control del acceso a estos grandes medios, me atrevo a decir que podemos avizorar un horizonte de transformación, donde lo que hoy vemos como capitalismo pase a ser una cosa bastante diferente.

En el medio de estas reflexiones hay una lucha por el poder. Si el acceso al agua o a la energía es un bien universal, como lo es el acceso al conocimiento, si se llegaran a privatizar sería algo terrible.

Pienso que podemos ir a sociedades, a nivel mundial, totalmente diferentes y sí permitir reconstruir la utopía sobre otras bases. Es
to, en el camino, hay que visualizarlo como un problema de consensos y de poder en el sentido gramsciano. Hay que luchar por trasladar el rumbo del país hacia el eje Estado- sociedad y no a favor las corporaciones que promueven el mercado salvaje.

Una cosa es decir que hay relaciones muy difundidas de propietarios y asalariados que coexisten con el Estado y la sociedad, pero que contienen una contradicción, y otra cosa es decir que los que manejan esas relaciones son los que controlan la sociedad y tienen el dominio político, cultural, ideológico y económico.

El determinismo que impregnó a todos nosotros, que somos de matriz marxista, nos impidió ver que la realidad no es tan así. No se desprende necesariamente que ese conjunto de empresas puedan controlar siempre a la sociedad. Incluso con las actuales relaciones de producción que son dominantes, podemos tener un desplazamiento hegemónico hacia la dirección de las mayorías en una sociedad.

-Este planteo es nuevo…

-Claro que es nuevo. Hasta ahora razonábamos con un esquema muy mecanicista. Decíamos que a las relaciones de producción dominantes correspondía una estructura de poder dominante; punto.

La realidad ha mostrado que nacen movimientos, algunos apoyados en el sentido de la nación, otros en el sentido étnico, otros en los problemas etáreos, otros en los problemas de género, otros en el tema del salario más clásico, otros en una visión de la sociedad y de la cultura, otros en el ambientalismo… Si hay una síntesis política que le dé a todo esto una expresión estratégica, vamos a construir otra estructura de poder en la sociedad que es de gran avance hacia el futuro. En lo personal creo que este es el camino. Eso lo hemos estado haciendo sin darnos cuenta. Un ejemplo de ello es el Plan Ceibal y es mérito de Tabaré y otros.

-¿Le daría pudor decirle a los frenteamplistas y a los otros uruguayos que la propuesta del FA es desarrollar el capitalismo en nuestro país?

-No, no me da pudor, pero no estoy para «humanizar» al capitalismo con la propuesta de que sea una especie de mezcla de capitalismo a lo norteamericano con políticas sociales europeas. Tampoco estoy para subirme alegremente y pasarme al bando de que hay que aceptar las cosas como están hoy. No estoy para decir «esto es lo que hay valor». A la vez no voy a repetir los fracasos del socialismo real. No estoy para sostener que cuanto más Estado mejor, lo que lleva a plantear que hay que hacer un frigorífico ahí y una planta allá u otra cosa. Estoy para otra alternativa…

-¿La propuesta del PCU de crear un frigorífico nacional es el último gesto que queda de la década del 60?

-Con buenas intenciones, con el objetivo de tener algo testimonial del sector, esa propuesta no va en el camino que creo que hay que desarrollar sobre políticas públicas. Hay que hacer políticas públicas y tener patrimonio público en lo estratégico, donde lo estratégico es el mundo de las telecomunicaciones y la comunicación, incorporando contenidos nacionales.

Estratégico es tener las pistas de la energía, el agua, todo lo que tenga que ver con el conocimiento…Si estimulamos en otras áreas la inversión del capital privado, nacional extranjero, estamos haciendo bien, porque desarrollamos las fuerzas productivas, que son típicamente capitalistas, pero son parte del Uruguay productivo. Pero no es lo único que tenemos que hacer, ni es lo único que hemos hecho.

La izquierda lo primero que debería encarar, para tener futuro, es la gran batalla cultural de transformación para tener una alternativa al mero desarrollo corporativo, que es crear mercado y consumismo, que niega siempre el proyecto colectivo.

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