DIALOGO INTIMO

Alguien dijo hace algún tiempo que José Mujica cuida las flores porque sabe que ellas, más adelante, lo cuidarán a él.

Y los que saben, dicen que a las flores hay que hablarles. Pero no así nomás. Tienen que ser palabras que se escapen de la boca como un susurro, apenas un puntito más alto que el silencio. Confesarles cosas en momentos casi íntimos.

Ayer pareció que Mujica apeló a esa sabiduría, que muy pocos la practican porque casi nadie la sabe, cuando se acercó a la presidenta argentina Cristina Fernández, posó sus manos sobre sus hombros ­porque las manos también hablan y transmiten­ y le susurró. Alguien que por tiempo coqueteó con la muerte, que la enfrentó, puede contar cosas con propiedad porque la conoce. Pero seguramente no le habló de ella. Le habrá dicho a su colega que el mejor homenaje que se le puede tributar a su fallecido esposo es seguir la senda trazada. Le habrá confesado que él está para servirle y que puede contar con ello sin pedir permiso. Mujica, agradecido, se siente en deuda con los mandatarios del vecino país. No olvida que en días ya lejanos los dos, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, se preocuparon por la salud suya y de la de su esposa. Fueron tan solo unos segundos en los que las investiduras presidenciales cayeron para darle lugar al ropaje de amigos.

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