La columna del Director

Ante el relevo de GGG

La noticia del relevo del actual director nacional de Telecomunicaciones, Gustavo Gómez Germano, me sorprendió. Ignoro las razones de su alejamiento, aunque me tranquilizó saber por boca del ministro Kreimerman que no cambiará la línea gubernamental aprobada: garantizar el pluralismo de voces en la televisión abierta, ampliar los espacios públicos de la comunicación, y combatir las perversas tendencias antidemocráticas del monopolio informativo y cultural que hoy ejerce un férreo pensamiento único e inamovible en nuestro país, más allá de las contradicciones competitivas que los enfrentan.

Gómez fue un soldado en la trinchera del cambio comunicacional democrático que por primera vez desde que desapareciera en los albores de nuestra independencia el periodismo no mercantil, artillería del pensamiento, hace ya casi 200 años, se proponía con Mujica, el reformista, atenuar y limitar las injustas bases donde se asienta el sistema dominante basado en la propiedad privada de los grandes medios de comunicación que diseñan indirectamente la programación cultural de la sociedad, sus gustos, sus modas, sus necesidades, sus consumos, sus entretenimientos, sus ocios, anestesiando la capacidad de reacción y reflexión de las audiencias.

Ni Mujica, ni su operador Gustavo Gómez, se proponían eliminar el sistema hegemónico, pero sí adecuarlo al necesario pluralismo hoy inexistente en el seno de la televisión privada, mediante una ley que modificara la anacrónica e inviable normativa que hoy rige la radiodifusión nacional.

La mal interpretada afirmación de nuestro presidente, «no hay mejor ley de información que la que no existe», tomada en otro contexto en la Europa del siglo 19, y repetida hasta el cansancio por los dueños de la SIP, parecía condenar al ostracismo los intentos de modificar la actual y desigual correlación de fuerzas en los medios.

Pedí explicaciones. Y la respuesta fue clara. El Presidente no cejará en su intento antimonopólico y amplificador del arco plural informativo. Es una de las administraciones que más ha defendido la libertad de expresión, sobre todo la de los que carecen de voz y medios. Lo que no quiere Mujica es elegir un campo de batalla donde la polémica por la ley de medios se convierta en un debate entre libertad de prensa y autoritarismo informativo oficial. Por eso su negativa a una ley que recorra ese camino. Aclarado el punto, la ley democratizadora y pluralista nacerá, previo acuerdo entre las tres patas del problema: estado, medios y sociedad, con el acento puesto en este último y postergado sector.

En cuanto a si hay mejores o peores operadores que Gómez para la tarea, no me puedo expedir porque no conozco las razones de su relevo. Quizás no había empatía con la administración, o no gustaba su estilo o el grado de autonomía que ejercía. O quizás razones tácticas que buscaban acercar a la parte más recelosa del consenso, los grandes medios, determinaron este paso, que al parecer no implicará ceder un solo ápice en el objetivo estratégico planteado por el gobierno popular.

En muy poco tiempo se irán despejando las incógnitas.

Lo esperamos con impaciencia y esperanza.

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