Mientras la Policía no tiene pistas, un vidente asegura que el joven está vivo

Nada se sabe de Enzo Terra a 60 días de su desaparición

El rostro de la familia Terra denota angustia, cansancio, impotencia, horas de llanto y la inquebrantable voluntad de continuar con la búsqueda de se hijo.

Francisco, su padre, a quien cariñosamente su mujer Sorais llama «Pancho», combate el frío matinal de este otoño montevideano con un mate bien templado. Su otro hijo, Francisco, de 19 años, se encuentra estudiando. Lejos de la tragedia, Gerónimo –el tercero de los Terra, de apenas 20 meses–, mira absorto la televisión.

La mirada perdida de Francisco escruta el vacío, en busca de un recuerdo olvidado, un indicio o una explicación a lo sucedido aquella noche. La tensión de dos meses de búsqueda se percibe claramente, cada vez que suena el teléfono.

Como de costumbre, ese sábado 25 de marzo Enzo y un grupo de amigos habían ido a jugar al fútbol y tomar mate.

Seguramente, su padre jamás imaginó que esa noche, cuando cerca de las 20 horas invitó a su hijo a que lo acompañara a Tres Cruces a realizar un trámite, las palabras del joven serían las últimas que iba escuchar.

La respuesta quedó grabada en la memoria del angustiado padre.

«Prefiero quedarme papá. Jugamos toda la tarde al fútbol y estoy cansado. Me voy a dar un baño», recuerda su padre y agrega a este cronista: «Estaba sentado ahí mismo, donde estas vos, recostado sobre unos almohadones».

La madre recuerda que, antes de partir, se le recomendó por obvios motivos de seguridad, que cerrara las dos puertas. De regreso al hogar, la familia se encontró con una situación jamás imaginada: la puerta principal estaba cerrada, pero la del fondo permanecía abierta. Sobre la mesa, descansaban sus documentos y trece o catorce pesos que estaban antes de la partida de la familia. De Enzo, ni rastros.

De la primera impresión, la familia pasó a la preocupación, la angustia y finalmente la desesperación, al descubrir que faltaba parte de la medicación controlada que estaba tomando el joven.

Su madre, Sorais, confirmó a LA REPUBLICA, que «lo que faltaban eran pastillas. Las cajas y los blisters estaban todos, pero, en algunos de ellos, faltaban pastillas. Consultamos con el psiquiatra que lo atendía y nos dijo que por la cantidad de medicación controlada, en caso de que las hubiera ingerido todas juntas para autoeliminarse, no corría riesgo de vida. Aclaró que, a lo sumo, podía dormir 20 o 30 horas y permanecer otras tantas en estado de somnoliencia».

La ausencia de las sustancias psicoactivas fue tomada por el padre como una expresión de rebeldía. «Pensé que Enzo las había tirado como un gesto de liberación, de rebeldía, como forma de demostrar que podía salir de la situación de depresión que desde hace un tiempo sufría».

Enzo padecía depresión y angustia desde hace un tiempo, por lo estaba bajo tratamiento psiquiátrico. Incluso, había intentado autoeliminarse con una sobredosis de psicofármacos, pero estaba mejorando.

Sus médico había decidido bajarle paulatinamente la dosis, ante el repunte de su estado de ánimo. «Incluso el propio psiquiatra se sorprendió de la situación al enterarse. Enzo quería trabajar, ocupar su tiempo, quería volver a estudiar, tenías ganas de vivir», señala su padre mientras invita con otro mate.

Ambos progenitores rechazaron cualquier hipótesis de conflicto familiar que haya impulsado al joven a huir de su hogar. «La comunicación con nuestro hijo siempre fue buena. Hablábamos de todo y el tenía todo el derecho del mundo a decidir sobre su futuro. Jamás se sintió presionado por nosotros, por el contrario nos decía frecuentemente que estaba deseando recuperarse para retomar sus actividades», afirma Sorais.

Extraña llamada

A exactamente dos meses de su desaparición no existe ninguna pista que pueda conducir al paradero del joven. Es como si, inexplicablemente, se hubiera esfumado de la faz de la Tierra, llevando apenas unas zapatillas, una remera y un short como único equipaje. Hay, sin embargo, demasiadas hipótesis.

Por ejemplo, cuenta Francisco, que el martes 28, luego de su desaparición, en la casa de una amiga de Enzo recibieron una llamada preguntando por ella. La comunicación se cortó.

«De inmediato pusimos un captor en su casa y en la nuestra, pero el llamado no se repitió. Lamentablemente, aunque parezca inverosimil, hay gente que llama para hacer bromas de muy mal gusto», sostuvo su padre.

Teniendo en cuenta que al momento de desaparecer no llevaba dinero, ni documentos y que estaba vestido con ropa de temporada estival, no es descabellado pensar que, a esta altura, Enzo tiene que haber recibido ayuda de alguien poder sobrevivir.

Al respecto se manejan varias hipótesis y conjeturas, pero ninguna certeza. Se sabe que en Uruguay existen varias comunidades y sectas que se aprovechan de jóvenes que tienen problemas familiares o de convivencia con sus pares. La situación es «aprovechada» por los responsables de estas sectas para reclutar jóvenes, en su mayoría adolescentes.

Otra de las teorías, por cierto la más difícil, sería la que Enzo se las hubiera ingeniado para cruzar la frontera y se encontrara en un país vecino. Hipótesis no descartable pero prácticamente imposible, teniendo en cuenta la falta de documentos y que los propios padres se trasladaron hacia diversos puntos de la frontera y entregaron personalmente afiches con el rostro de Enzo a cientos de camioneros que cruzan diariamente la línea fronteriza que separa Uruguay del resto de los países vecinos.

Pistas en la bruma

Sus padres recordaron que recibieron noticias de que un joven, de aspecto muy parecido a Enzo, había sido visto en la ciudad de Mercedes, en una iglesia de esa localidad. También dijeron a LA REPUBLICA haber recibido un llamado de un peluquero de Paso de los Toros informándoles que le había cortado el pelo a un joven muy parecido al joven, de pelo largo, desgarbado y alto –cabe recordar que Enzo mide 1.90–, aunque nada se ha confirmado hasta el momento.

«Hemos viajado al interior, estuvimos en el viejo edificio de AFE para ver si pernoctaba ahí y en la Costa de Oro, lugar que por cierto le fascina, pero las pistas se diluyen y nadie parece haber visto nada», afirmó su padre.

Desesperada, la familia le entregó vestimenta de su hijo al vidente Walter Mendaro, como último recurso para encontrarlo. Mendaro profundizó en el caso e incluso fue hasta el hogar de la familia Terra, en busca de algunos elementos. Según el vidente, el joven estaría vivo y en la «Costa de Oro».

Hasta el momento, el misterio continúa sin resolverse.

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