El Estado se hará cargo de refaccionar el cementerio donde están los descendientes de José Artigas.

Con la sangre del héroe

Cuando se menciona el tema, los textos oficiales coinciden: el Jefe de los Orientales y su esposa Rafaela Villagrán tuvieron un hijo varón y dos mujeres. Dos generaciones después esta descendencia se agotó: en mayo de 1923, moría María Josefa Artigas, única bisnieta de don José Gervasio y doña Rafaela.

Sin embargo, historiadores menos ortodoxos abrieron investigaciones basadas en escasos pero contundentes documentos, que abrían otro linaje artiguista.

La reparación en los últimos meses, con aportes municipales y militares del cementerio que guarda los restos de esos descendientes, impulsa la idea de cambios a una concepción del Artigas tan impoluto como alejado del amor de pareja.

La otra historia

La historia del controvertido linaje nace en el Campamento de Purificación, cuando el General daba batalla en ambas márgenes del río Uruguay. Durante ese período, se asegura, tuvo dos hijos con la paraguaya Melchora Cuenca.

Para el historiador y escritor salteño Luis A. Thevenet, autor de «De la estirpe artiguista», Artigas conoció a Melchora en Argentina, alrededor de 1815.

«Después de haberse retirado del asedio de la plaza de Montevideo, Artigas estuvo durante algunos meses en Santa Fe, al frente de un ejército –afirma Thevenet– hizo incursiones por Entre Ríos y en 1815 vino a fundar en el Hervidero el pueblo de La Purificación donde reunió gran cantidad de familias, algunas de las cuales provenían del litoral argentino». Asegura el escritor que de esos tiempos data el conocimiento de ambos. «Melchora Cuenca era paraguaya, hija de españoles. Poseía relativa cultura, rostro atrayente y cierta esbeltez que conservó como fiel tributo de la raza guaranítica. Era también bastante joven en aquella época», detalla.

Entre 1818 y 1819, Artigas sufre duras derrotas militares. Capturan a Lavalleja, a Bernabé Rivera, e incluso a su propio hermano, Manuel Francisco. Poco después, ante el avance de las tropas luso-brasileñas, se decide disolver la incipiente villa de Purificación. Los curas del pueblo, Fray Benito Lamas y Fray José Ignacio Otazú, intentarán llevar consigo las partidas de bautismo, casamiento y muerte, ocurridas durante el asentamiento. Pero fracasan, y todo dato filiatorio desaparece. Así, desaparecen los originales de identidad de quienes serán conocidos como Santiago Artigas y María Artigas.

El General emprende solo su exilio al Paraguay.

Si para algunos historiadores ello es prueba de inexistencia de la mentada paternidad, para otros, lo peligroso de aquel viaje con niños pequeños, lo incierto del destino, la vertiginosidad del avance enemigo, fueron razones para dejar atrás su nueva progenie.

Lo históricamente documentado es que Melchora Cuenca llegará poco después con sus hijos a Paysandú, donde Fructuoso Rivera, subordinado de Artigas en Las Piedras, les dará cobijo. Con Rivera, Santiago Artigas se iniciará en la carrera de las armas.

Sangre de Artigas

Santiago Artigas será reconocido por su bravura y alcanzará el grado de coronel. En su apogeo se casará con una sanducera, Ana Vallejo. El acta matrimonial es clave para los defensores de su genealogía artiguista. En esa partida –hoy en el Archivo Nacional– el Teniente Cura Juan Basco de la parroquia San Benito de Paysandú, aceptó casar «a don Santiago Artigas, natural de esta feligresía, hijo legítimo de don José Artigas y de doña Melchora Cuenca…» El documento deja constancia también de dos testigos que afirmaron conocer a los contrayentes y los parentescos por ellos acreditados.

De este matrimonio nacerán tres hijos: Manuel (fallecido de días), Fidela y Manuela.

La segunda nieta del Héroe, Fidela, se casará con Donato Dalmao, multiplicando once veces aquella sangre: Florencio, Juana, José, Donato, Zacarías, Santiago, Feliciana, Timoteo, Manuela, Florencia y Avelino. De esta oncena nacerán 84 tataranietos del Prócer.

La otra nieta del Padre de la Patria, Manuela, se casará con Leandro Leguizamón a quien dará quince hijos. Apellidos como Barragán, Dalmao, Aranguren, González, Moreno, Martínez, Leites, Zabala, Grasso, Galeano, cruzaron con nuevos aportes la sangre de Artigas que alcanza ya, en este nuevo milenio, su octava generación.

Camposanto

A 120 quilómetros de Salto, en dirección opuesta al río Uruguay, rumbo a la frontera salteño-sanducera está el cementerio de Paso del Parque del Daymán.

El camposanto, delimitado por cuatro muros de piedra de unos veinte metros de largo por uno de alto, está recostado a una colina desde donde la vista se pierde en el horizonte campero.

Decenas de cruces de hierro innominadas hablan de entierros sin más datos. También dos panteones, ruinosos por décadas, guardan, uno, los descendientes consanguíneos, el otro a quienes se casaron con ellos.

Aunque desde siempre los parientes del Prócer acudían cada año para testimoniar su recuerdo, el cementerio llegó a un estado catastrófico. Tal así que algunos cajones desfondados dejaban ver hasta un cuerpo momificado, que había ganado incluso su leyenda. Dicen que cuando el hijo de Artigas, Santiago, volvió a su casa tras haber sido dado por muerto en la Batalla de Entre Ríos, encontró a «su viuda» con otro hombre, de apellido Leguizamón. La leyenda afirma que para evitar una tragedia, Santiago se fue a Entre Ríos de donde nunca más volvió.

A su muerte, Leguizamón fue ubicado en el panteón de los descendientes. Algunos años después, su cajón se desfondó dejando ver el cuerpo momificado, que alimentó la leyenda. «Castigo por apurao –decía el paisanaje–; se apuró con la mujer del que no había muerto, ahora la muerte demora en hacerlo polvo a él».

Hasta aquel estado había llegado el camposanto. Después de incontables pedidos, familias descendientes del Prócer lograron que las autoridades accedieran a su requerimiento. La Intendencia de Salto, con apoyo de unidades militares, refaccionó el camposanto.

Los arreglos dignifican al cementerio de estos descendientes, los que hicieron llegar hasta nuestros días la genética y estirpe de Don José. *

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